Según la mitología griega, Pandora tenía una caja que contenía todos los bienes y males del mundo. Un día, curiosa, la abrió y se escaparon todos los males y se extendieron por el mundo. ¿Qué pasó con los bienes? Se fueron al Olimpo, a buen recaudo de los dioses. Un único bien quedó dentro de la caja a buen recaudo, la Esperanza, con la que los humanos siempre podemos contar.
Todos tenemos pequeñas cajas de Pandora en nuestro corazón y, a veces, las abrimos dejando escapar todo lo que se ha mantenido dentro durante años: sentimientos, pensamientos, odios, amores, ... Cuando decides abrir una de esas cajitas las consecuencias son imprevisibles. ¿Es mejor no abrirlas? Creo que no, que, aunque nosotros no queramos, llega un momento en que la cerradura se rompe y se acaban abriendo por sí solas. Lo que no quiere decir que el momento en que se abran sea el mejor, pero bueno, nadie es perfecto.
Quien diga que no tiene, miente. Siempre hay algo que llevamos dentro que pensamos que es mejor que esté ahí, que no salga, y podemos equivocarnos. ¿Por qué no debe salir si lo que tenemos en la caja es algo bueno? ¿Por qué lo mantenemos encerrado? ¿Por miedo? ¿Por cobardía?...
Hace poco abrí una. No sé qué pasará, pero hay que arriesgarse. Como Pandora, he dejado guardada la Esperanza a buen recaudo... por si las moscas.
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