viernes, 19 de julio de 2013

Rumbo a Italia. Etapa 1. Milano



Hace una semanita cumplí, en parte, uno de los viajes soñados que tenía desde que era una adolescente gafapasta granuda, visitar Italia. Sólo disponíamos de tres días, así que tampoco pudimos hacer muchas cosas, pero bueno algo hicimos, claro.

Las dos ciudades que visitamos a paso non stop fueron Milán (Milano) y Venecia (Venezia). La primera no era uno de mis destinos principales italianos, pero como Nisi tenía que ir no muy lejos de allí, a su monasterio estimado, pues allá que nos vamos. Empezamos por ser 3 y acabamos siendo 6.

Estos viajes medio improvisados son los mejores. En dos semanas lo montas todo, sacas los billetes y no te das cuenta y ya estás dentro del avión. Pero vayamos paso por paso. Hoy hablaremos de…

Milano. La ciudad de la moda. La ciudad de un Duomo (catedral) impresionante. La ciudad de parques magníficos y obras de arte hasta en el cementerio. Una ciudad que, realmente, me sorprendió, para bien. Aunque no deja de ser una ciudad grande, calurosa en verano y, eso, una ciudad.

-      Los parques. Visitamos un par mallorquín de parques. Muy bonitos, muy impresionantes. Claro, como aquí no tenemos parques como esos, pues nos sorprenden. Siempre es fantástico perderse en un parque y dejarte llevar por su vida. Me sorprendió una zona exclusiva para poder dejar los perros sueltos. Muy buena idea, la verdad. Una zona donde podían correr a sus anchas y disfrutar del parque. 



-      Il Duomo. Era una de las visitas que siempre he querido hacer. Y me fascinó. Impresionante, majestuosa, la Catedral de Milán, sorprendentemente para mí, está en una zona de compras exclusiva. Subir a la azotea y pasearse por allí después de 250 escalones y un calor sofocante, merece la pena. Me sorprendieron dos cosas: la primera, que fueran tan estrictos en cuanto a ropa para entrar en la Catedral (no tirantes, no escotes pronunciados,…) y la segunda, que fueran militares  los que estuvieran controlando la entrada y salida tanto de la Catedral como de la zona de ascenso a la azotea.




-          La galería Víctor Manuel II.  Tantas pelis que había visto en las que salía esta galería, donde se concentran las tiendas más caras de moda y complementos, que una cinéfila como yo no se la podía perder. Aparte de todas las tiendas caras y todo el pijerío que hay por allí, la encontré preciosa. Es donde hay un toro en el suelo que se supone que da buena suerte, al que le pisas los cojoncillos, perdón por la expresión, y das 5 vueltas sobre ti mismo y se supone que tendrás fortuna. Nisi lo intentó, ya contará si es afortunada.


 Nisi girando sobre sí misma, tentando a la suerte!

 

-       La Scala. Por fuera no me sorprendió, la verdad, pero por dentro no la vi, así que no puedo decir nada más. Me decepcionó un poco porque, exteriormente, pensaba que era más impresionante. Pero no.

-       La Stazione Centrale. Estaba a 2 min contados del hotel. Impresionante. Me encantan las estaciones de tren de las grandes ciudades. Siempre suelen ser edificios magníficos.  Bueno, al menos las que he visto hasta ahora. Las estaciones de tren tienen algo especial. Es una zona de llegada y salida de gente, como puertos o aeropuertos, pero es diferente a estos.  No sé cómo explicarlo, es más una sensación que algo objetivo. En resumen, que me dan buen rollito.


-    El cementerio de Milán. Simplemente impresionante. Si dejas un poco de lado el significado de dónde estás, te das cuenta que estás visitando un museo de obras de arte. Esculturas en este caso. Miraras donde miraras encontrabas esculturas bonitas, tristes, sorprendentes e, incluso, un poco extrañas para estar en un cementerio. También queda de manifiesto la diferencia de clases. La ostentación de los más ricos y la sencillez de los más pobres. Es muy triste que hasta en la muerte tenga que haber estas diferencias.


 
-          La comida. En Milán comimos dos días y cenamos dos noches. El desayuno no lo cuento porque era en el hotel (para contarlo creo que necesito un post completo jejeje). La verdad es que comimos muy bien los dos días, comida italiana. Las cenas no fueron nada, pero nada, italianas jajajaja.
El primer día fuimos a comer a una osteria, concretamente, Osteria del Lazzareto. La encontramos camino del centro y tenía muy buena pinta. Además, vimos que había bastante movimiento de gente y que tenían menús a buen precio.  El sitio muy bonito, muy italianini, pero nos quedamos muy sorprendidos al ver que lo regentaban unos chinos. Chinos italianos? Hmmmm… Pero en el lugar había mucha gente y, la verdad, la comida fue muy, muy buena. Todo lo que pedimos fue bueno: la pasta, la pizza, la carne, las sepias,… Todo. Nuestro primer contacto con Milán  fue muy positivo.


El segundo día comimos en una calle comercial próxima al hotel, la calle Buenos Aires. Ya estábamos muertos de hambre después de patear toda la mañana, y nos metimos en un ristorante con nombre español. Miró. Nos atendió un colombiano y comimos italiano. Jejejeje. ¡Vaya mezcla! Estuvo bien, la comida era buena pero, sinceramente, la de la osteria fue mucho mejor. Y eso que estaban a 2-3 calles de distancia solamente.
Las cenas, guiris totales. Kebab y McDonalds jajajajaja. Parece una tontería, pero me gusta ir a los McDonalds de los diferentes países. Ver cómo una multinacional cambia según que acompañamientos/platos en función del país en que estés. Como poco, llama la atención. El más parecido, por no decir igual, que he encontrado hasta ahora (tampoco es que haya viajado muchísimo) es este de Milán. Realmente nos parecemos mucho los italianos y los españoles.
Y esto es, más o menos, nuestros dos días en Milán. Todavía me queda Venezia, y después a ver si hago uno de anécdotas italianas, que también tuvimos. No, si va a dar para mucho el viaje.