La dama rebelde estaba contenta, muy contenta. El príncipe calzonazos le había concedido un
Así que regresó a palacio con el resto de Damas y Caballeros
y disfrutó como nunca de esa semana. No le daba el permiso para pasárselo en
grande, se lo daba porque la necesitaba. Vamos, porque necesitaba que le
acabara los trajes de gala que había comenzado un par de meses antes. Pero no
eran trajes de gala normales, no. Eran trajes de gala elaborados para
ofrecerlos como presente a un reino vecino, el Reino del Reciclaje.
Como las relaciones entre ambos reinos eran muy buenas, el príncipe calzonazos no quería que se deterioraran, así que sacó durante unos días a la dama
rebelde del destierro y se la llevó porque él no sabía elaborar los trajes de
gala. Y mucho menos, rematarlos. De hecho, le había pedido también que revisara
si estaba bien hecho el traje de gala que había cosido uno de los Caballeros.
La Dama rebelde sabía que ese Caballero, concretamente, daba las puntadas
demasiado rápidas y no se fijaba mucho, así que suponía que encontraría algún
fallo, y así fue.
La Dama rebelde ayudada por la Dama Bichóloga, se dedicó a
elaborar sus trajes de gala pendientes. Tuvieron un pequeño problema al
principio: ¡Las telas no eran las que habían encargado! Pero ya no había tiempo
de encargar más telas, así que tuvieron que hacer un pequeño apaño que, por
cierto, quedó muy pero que muy bien. ¡Menos mal que la Dama bichóloga era
hábil con la aguja! Y, además, revisaron y arreglaron el traje erróneo de su
compañero, cosa que les llevó mucho trabajo, aunque quedaron satisfechas del
resultado.
Fue una semana de mucho trabajo para la Dama rebelde pero se
levantaba feliz sabiendo que no tenía que irse al destierro. Ah, y lo mejor de
todo vino al final de la semana. A la Dama rebelde se le concedió un permiso
vacacional y no tenía que volver al destierro en dos semanas y media. Oh, casi
un mes en Palacio. No se lo podía creer.
Quiso aprovechar tanto ese tiempo vacacional, que acabó
agotada. Estuvo haciendo cortos viajes a los pueblos vecinos para comprar
viandas, pasear por sus calles, visitar a parientes y amigos. No paró casi en
Palacio. Únicamente para dormir y, según el día, ni para eso. Disfrutó y se lo
pasó en grande.
Pero todo lo bueno se acaba, y tras el permiso vacacional la
mandaron de nuevo al destierro. La Dama rebelde estaba tan bien que no quería
volver pero, por suerte, la vuelta fue tranquila. Demasiado tranquila, y eso le
escama.
Los Caballeros del Destierro no le hicieron mucho caso.
Antes de los permisos la llevaban en volandas. La Dama curta prácticamente no
le habló, pero es mejor así. Las Princesas y el Rey estaban desaparecidos...
También disponían de jornadas vacacionales. Así que volvió y pasó desapercibida
(en la medida que pudo).
Así que la Dama rebelde se sintió en parte tranquila, en
parte preocupada con esta calma chicha. Pero ya se verá lo que pasa. Mientras,
disfruta de esa momentánea paz.
Continuará…
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